martes, 7 de abril de 2020

La carrera de Agustin encalló en Milán

Principal ciencia para el caballero romano

Enseñó retórica, la principal ciencia para el caballero romano en busca de una auto-satisfacción bien recibida, y era evidentemente muy bueno en ello. Mientras aún estaba en Cartago, escribió un corto libro filosófico destinado a mostrar sus propios méritos y avanzar en su carrera: desafortunadamente, está perdido. A la edad de 28 años, inquieto y ambicioso, Agustín dejó África para hacer su carrera en Roma. Allí enseñó brevemente antes de conseguir un nombramiento como profesor imperial de retórica en Milán. Milán, residencia habitual del emperador en esta época, era la capital de facto del imperio romano occidental y el lugar donde mejor se hacían las carreras: Agustín nos dice que él (y un grupo de familiares que se le unieron) esperaban nada menos que una gobernación provincial como recompensa eventual (y lucrativa) por sus méritos.

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La carrera de Agustin encalló en Milán

Pero la carrera de Augustine encalló en Milán. Después de sólo dos años allí, renunció a su puesto de profesor y, tras un tiempo de examen de conciencia y aparente desidia, volvió a su ciudad natal, Tagaste, para pasar el tiempo como un escudero culto, cuidando de la propiedad familiar, criando al hijo que le dejó un amante tomado de las clases bajas, y continuando con sus pasatiempos literarios. La muerte de ese hijo cuando todavía era un adolescente dejó a Agustín sin obligación de entregar la propiedad familiar y así se deshizo de ella y se encontró, a la edad de 36 años, literalmente presionado a servir contra su voluntad como clérigo junior en la ciudad costera de Hipona, al norte de Tagaste.

La transformación no fue del todo sorprendente

Agustín siempre había sido un aficionado a una forma u otra de la religión cristiana y el colapso de su carrera en Milán se asoció con una intensificación de la religiosidad. Todos sus escritos desde ese momento fueron impulsados por su lealtad a una forma particular de cristianismo tanto ortodoxo como intelectual. Sus correligionarios en el norte de África aceptaron su postura y estilo distintivos con cierta dificultad, y Agustín eligió asociarse a la rama "oficial" del cristianismo, aprobada por los emperadores y vilipendiada por las ramas más entusiastas y numerosas de la iglesia africana. Pero las habilidades literarias e intelectuales de Agustín le dieron el poder de articular su visión del cristianismo de una manera que lo diferenciaba de todos sus contemporáneos africanos. Sería su don particular el poder escribir a un alto nivel teórico para los lectores más perspicaces y al mismo tiempo poder pronunciar sermones con fuego y fiereza en un lenguaje que un público menos culto pudiera admirar.

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